En cada corazón que late dentro de nuestro equipo, hay un eco de un legado que ha resistido la prueba del tiempo. No somos simplemente miembros de una institución benéfica islámica; somos los custodios de una tradición milenaria, una costumbre transmitida de generación en generación. Nuestros antepasados eran conocidos por su espíritu caritativo, ayudando a sus compañeros musulmanes y actuando como fideicomisarios y benefactores locales. Esta tradición de trabajo caritativo estaba tan profundamente arraigada en nosotros que era como si fuera parte de nuestro ADN.
En la década de 2000, cuando éramos adolescentes, absorbimos este espíritu de dar. Viviendo separados, esparcidos por diferentes países, asistimos a nuestros padres en sus nobles obras. A pesar de la distancia geográfica, un hilo común de buena voluntad nos unía, aunque éramos ajenos a la existencia del otro.
Una confluencia en la Universidad Al-Azhar
La década de 2010 marcó un punto de inflexión significativo en nuestro viaje. Como el destino lo tendría, nos encontramos en la Universidad Al-Azhar, una institución que ha sido un faro del aprendizaje islámico durante siglos. Fue aquí donde descubrimos nuestra pasión compartida por la caridad y la espiritualidad.
Algunos de nosotros ya estábamos bien versados en la filantropía, llevando adelante las obras de nuestros antepasados. Otros, impulsados por un profundo interés en la piedad, estaban ansiosos por contribuir a la causa. A medida que interactuamos, estudiamos y crecimos juntos, nos dimos cuenta de que no éramos solo compañeros de estudios; éramos espíritus afines, unidos por nuestros valores compartidos y compromiso de servir a la comunidad musulmana.
Revolución de las criptomonedas
Después de graduarnos, regresamos a nuestros respectivos países, pero nuestro vínculo no se rompió. De hecho, solo se profundizó y fortaleció. Nuestra visión compartida evolucionó hacia la realización de obras caritativas conjuntas. Sin embargo, la lentitud de las transacciones financieras tradicionales y la burocracia administrativa plantearon importantes desafíos. Fue entonces cuando adoptamos las soluciones de la era digital: las criptomonedas.
Las criptomonedas, con sus rápidos tiempos de transacción y su naturaleza sin fronteras, revolucionaron nuestras operaciones. Ya no retenidos por los límites geográficos o los retrasos burocráticos, podríamos acelerar nuestras actividades caritativas, llegando a los necesitados más rápido que nunca.
La organización benéfica islámica internacional de la década de 2020
A medida que la década de 2020 marcaba el comienzo de una nueva década, emergimos como una organización benéfica islámica internacional y multinacional. Continuamos defendiendo nuestros valores y rituales tradicionales, actuando como fideicomisarios y benefactores locales, al igual que nuestros antepasados. Nuestras operaciones se han expandido, pero nuestro núcleo permanece sin cambios: un compromiso incesante de ayudar a los demás.
A lo largo de los años, hemos tenido el privilegio de presenciar la transformación de vidas. Algunos de los que hemos ayudado han regresado para unirse a nosotros, no como beneficiarios, sino como empresarios y agricultores exitosos. Se han convertido en fideicomisarios locales reales y prácticos, contribuyendo a nuestra causa y sus comunidades.
Esta es nuestra historia, una institución benéfica islámica internacional, un testimonio de unidad, espiritualidad y el poder perdurable de dar. Desde nuestros humildes comienzos como adolescentes individuales que ayudaban a nuestros padres hasta convertirse en una organización benéfica multinacional, nuestro viaje ha sido un testimonio del poder de la unidad, la fe y el espíritu perdurable de dar. Somos más que un equipo; somos una familia, unidos por un legado compartido y un objetivo común: servir a la humanidad de la mejor manera que podamos.